
En este modelo las aplicaciones se dividen de forma que el servidor contiene la parte que debe ser compartida por varios usuarios, y en el cliente permanece sólo lo particular de cada usuario.
Los clientes realizan generalmente funciones como:
Manejo de la interfaz de usuario.
Captura y validación de los datos de entrada.
Generación de consultas e informes sobre las bases de datos.
Por su parte los servidores realizan, entre otras, las siguientes funciones:
Gestión de periféricos compartidos.
Control de accesos concurrentes a bases de datos compartidas.
Enlaces de comunicaciones con otras redes de área local o extensa.
Siempre que un cliente requiere un servicio lo solicita al servidor correspondiente y éste le responde proporcionándolo. Normalmente, pero no necesariamente, el cliente y el servidor están ubicados en distintos procesadores. Los clientes se suelen situar en ordenadores personales y/o estaciones de trabajo y los servidores en procesadores departamentales o de grupo.
Entre las principales características de la arquitectura cliente-servidor se pueden destacar las siguientes:
El servidor presenta a todos sus clientes una interfaz única y bien definida.
El cliente no necesita conocer la lógica del servidor, sólo su interfaz externa.
El cliente no depende de la ubicación física del servidor, ni del tipo de equipo físico en el que se encuentra, ni de su sistema operativo.
Los cambios en el servidor implican pocos o ningún cambio en el cliente.
Los clientes realizan generalmente funciones como:
Manejo de la interfaz de usuario.
Captura y validación de los datos de entrada.
Generación de consultas e informes sobre las bases de datos.
Por su parte los servidores realizan, entre otras, las siguientes funciones:
Gestión de periféricos compartidos.
Control de accesos concurrentes a bases de datos compartidas.
Enlaces de comunicaciones con otras redes de área local o extensa.
Siempre que un cliente requiere un servicio lo solicita al servidor correspondiente y éste le responde proporcionándolo. Normalmente, pero no necesariamente, el cliente y el servidor están ubicados en distintos procesadores. Los clientes se suelen situar en ordenadores personales y/o estaciones de trabajo y los servidores en procesadores departamentales o de grupo.
Entre las principales características de la arquitectura cliente-servidor se pueden destacar las siguientes:
El servidor presenta a todos sus clientes una interfaz única y bien definida.
El cliente no necesita conocer la lógica del servidor, sólo su interfaz externa.
El cliente no depende de la ubicación física del servidor, ni del tipo de equipo físico en el que se encuentra, ni de su sistema operativo.
Los cambios en el servidor implican pocos o ningún cambio en el cliente.
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